(Fuente
vía Líder en Deportes) Chris Froome es un asmático que
necesita inhalar salbutamol para terminar las carreras. La patología del cuatro
veces triunfador del Tour de Francia es compartida por cerca del 40% del
pelotón.
Los corredores, siempre tan
expuestos a los agentes ambientales, atesoran un factor de riesgo añadido en la
pandemia del coronavirus, que se ceba, según varios estudios, con los pacientes
con carencias respiratorias y problemas cardiacos, pero no es el único problema.
El ciclismo también cuenta
con el agravante de su práctica en grupos muy numerosos. Mientras que el fútbol
congrega a 22 protagonistas en un partido de 90 minutos o el baloncesto a una
decena de jugadores, en un pelotón se reúnen cerca de 200 corredores, con una
convivencia muy estrecha y constante durante más de cuatro horas diarias,
reseña el Mundo.es.
Otra circunstancia que
perjudica gravemente su retorno en la «nueva normalidad» es su intrínseco
carácter nómada. La última edición del Tour de Francia desplazó diariamente y
durante un mes a 4.500 personas, incluida la caravana publicitaria.
Los 22 equipos participantes
movilizaron a 450 personas, contando a corredores, técnicos, masajistas,
médicos, mecánicos, cocineros y prensa. Durante las 21 etapas, los ciclistas
atravesaron 744 localidades y se alojaron cada día en un hotel distinto.